Sin duda, merece la pena visitar Col dei Bos para ver de cerca varios vestigios de la Primera Guerra Mundial, incluidos los famosos Ospedaletti, que pintan un paisaje realmente pintoresco. 

Fácilmente accesible desde Paso Falzarego, Col dei Bos es la cabeza del largo y agreste Val Travenanzes y se eleva entre Piccolo Lagazuoi y Tofana di Rozes. 

No hay que perderse una excursión por la Forcella Col dei Bos: un cruce de caminos más o menos exigentes que tocan las trincheras italianas del Col dei Bos, sus trincheras de retaguardia procedentes de la Val Costeana y los peñascos y emplazamientos improvisados construidas por los austriacos al verse obligados a replegarse hacia la retaguardia. En 1916, las trincheras italianas se extendían a lo largo de la Forcella Col dei Bos, desde el Sasso Misterioso hasta el Castelletto della Tofana di Rozes. Desde aquí, los soldados vigilaban Val Travenanzes, que era en su mayor parte, una línea defensiva austrohúngara. 

Val Travenanzes

Para un paseo por la historia, el agreste Val Travenanzes es una visita obligada: es un largo valle sin puntos de descanso, pero lleno de vistas impresionantes, ruinas y escombros de la Primera Guerra Mundial que te dejarán sin palabras.

El valle, entre el grupo Tofane por un lado y el Lagazuoi y los Dolomitas de Fanes por el otro, fue ocupado por las tropas austrohúngaras, que intentaron aprovechar las formaciones rocosas para refugiarse del fuego enemigo que atacaba desde Forcella Fontananegra y, más tarde, desde el valle del Masarè, en la base de Tofane. 

A lo largo de la Forcella Travenanzes, también se pueden ver numerosos vestigios de la guerra: emplazamientos austrohúngaros con aspilleras excavadas en la roca que dan hacia el sur, hacia la vertiente italiana, y restos de objetos bélicos que aún se pueden encontrar en el lecho del torrente.

Bajo la pared de la Tofana di Rozes, destaca la famosa escalera Minighel, construida por el herrero Luigi Gilarduzzi en 1907, encargado del refugio Wolf Glanwellhütte. Durante la Primera Guerra Mundial, los italianos doblaron todas los peldaños para que los austriacos no pudieran utilizarlos para cruzar el desfiladero, pero en la década de 1960, los Guías de Montaña de Cortina hicieron todo lo posible para volver a ponerlos en uso, conservando los peldaños originales, y hoy en día se puede subir por una vía ferrata.